El ojo del ave dará hoy unas palabras a una enemiga, cubierta de pelos de algodón, una tierna guerrera felina que hoy ya no está. Ella fue mi gata, la más adorable criatura que jamás haya cuidado, sus maullidos eran música para mis oídos y su insistente ronroneo era una tenue y gratificante compañía. Separarnos fue una sacudida repentina en mi vida, fue como un cuchillo que atravesó mi corazón rápida y despiadadamente. Hoy la veo detrás de mis pupilas en todos los rincones de mi casa y en todos los rincones de mi alma, que se ha quedado no con un espacio vacío, sino con uno cubierto por sus pelos blancos que me ofrecerán resguardo. 
Las aves han regresado al patio, aquellas que se habían alejado por su presencia han vuelto y llenan de trinos el jardín. Quiero pensar que ella los mira desde el árbol de inga y que no quiere bajar simplemente porque no quiere, dando gala a su caracter caprichoso y único.
Sus pelos blancos flotan en el aire, ella ya no me espera en casa, pero su esencia me recuerda cuanto la extraño. Quiero creer que alguna vez volveré a abrazarla y me incará con su patita rosada, despertándome una mañana.